• La actitud del adulto: es importante cultivar una actitud de confianza, apertura y gratitud hacia el niño y la vida. Es necesario comprender la importancia de las actividades significativas, tanto para uno mismo como para el propio desarrollo de habilidades, como para el trabajo (cocinar, limpiar, lavar, jardinería, etc.) y caminar y explorar la Naturaleza.
  • El entorno del niño: para satisfacer las necesidades del niño, el entorno tiene que ser tranquilo, sencillo, cálido, pacífico. Debe permitir una exploración segura. Los juguetes deben ser sencillos y estar hechos de materiales naturales.
  • La vida cotidiana rítmica: está impregnada de la comprensión de la necesidad del niño, de la calidad y cantidad de su descanso y sueño y de un buen ambiente a su alrededor.
  • Una alimentación sana.
  • Movimiento y vivencia en la naturaleza, incluyendo el paseo como actividad diaria.
  • Cuidados llenos de calidez, presencia del ser y alegría: esto hace posible que el niño se sienta seguro y protegido, y así desarrolle una autoestima sana.
  • Encuentros entre adultos: el niño aprende a conocer el mundo relacionándose con los demás. Por eso, cualquier encuentro debe ser respetuoso, afectuoso y profesional, ya sea con niños o con adultos. El desarrollo saludable del niño se fomenta más plenamente en el contexto de una comunidad con relaciones sociales sanas entre familias, maestros y niños. Los educadores Waldorf se esfuerzan por crear comunidades conscientes y colaborativas en torno a los niños a su cargo y a su actividad como parte de un impulso mundial.