Los tres primeros años de vida son únicos. El niño está totalmente abierto y confiado hacia el mundo, por lo que depende de cómo se satisfagan sus necesidades. El cuidado del niño menor de tres años requiere cualidades muy específicas. Requiere adultos que se esfuercen constantemente por desarrollar sus cualidades anímicas y espirituales.
Comprendiendo y satisfaciendo respetuosamente las necesidades del niño podemos construir conscientemente la vida cotidiana. Esta comprensión debe penetrar en nuestra actitud y actividad. El adulto tiene que ser consciente de lo que significa ser un modelo, porque el niño vive en la imitación, como su principal forma de aprendizaje. Es importante desarrollar un vínculo estrecho y continuo entre el cuidador y el niño.
A través de un ritmo diario consciente, el niño es guiado hacia la vida, que debe basarse en un trabajo auténtico. También hay que tener en cuenta que el niño necesita mucho tiempo para explorar el mundo exterior, conocer a los demás, encontrarse a sí mismo, desarrollar todos los sentidos, especialmente los del tacto, la vida, el movimiento y el equilibrio.